No recuerdo quién me introdujo a Antonio Lobo Antunes, lo que sí sé es que fue en el taller: ¿Javo? ¿Manuel? ¿Joso? Por eso en la FIL del 2006 fui a su presentación. Compré un libro. Hice fila para la firma. Enfrente de mí iba un hombre con un montón de cinco libros (lujo que no pude darme). Eligió uno de ellos y se lo dio a firmar al portugués. Éste, con esa mirada perdida, como si viera tangencialmente para meterse al alma, le cuestionó con voz baja y tímida: ¿Por qué sólo uno? Y el hombre le respondió: Porque los escritores suelen tener la regla de firmar sólo uno. "Yo no", fue la respuesta de Lobo Antunes y firmó cada uno de los cinco libros. Ese gesto me conmovió.
Conversaciones con Antonio Lobo Antunes es un libro que me está acompañando. Es como hablar a momentos con un maestro, con un colega, con un amigo, con un mentor. Hablar breve, hablar quedo, pero muy profundamente. Coincido en casi todo su sentir hacia la escritura (con los miedos, obsesiones, inseguridades, pasiones); pero yo no soy capaz de dejarlo todo por la escritura. Yo no podría arriesgar a mi familia, no podría dejar de poner por encima a mis hijos, yo no podría abstraerme de esa manera de vivir lo que vive la gente: paseos, charlas con los amigos de siempre, el trabajo remunerado, echarme a ver la tele con mi pareja, reírnos, "perder el tiempo" viendo las ocurrencias de nuestra bebé.
Pero en todo lo demás, coincido; y me hace bien sentir la voz de un mentor, así, queda, en resquicios de mi tiempo, de mi conciencia, suave, amable, sin vanidad alguna.
María Luisa Blanco, Conversaciones con Antonio Lobo Antunes, Siruela, 2005
Comentarios